Todo comenzó con un pozo. Pero no con uno cualquiera: éste era El Pozo. ¿Fue él quien dio nombre a la peña? ¿O fue la peña quien dio nombre a él? Hay cosas que es mejor dejarlas a la imaginación. En estas, llegó un fraile. En una mano portaba cerdas de caballo, con la otra, decía que adivinaba las intenciones del sol, las nubes y el viento. Lo llamaban El Fraile del Tiempo. Se le acercó una mujer diciendo ser reina. El fraile quiso saber qué clase de reina era ésta. –Reina de las fiestas -Dijo ella. –Tengo que maquillarme y quiero saber cuánto brillará el sol esta tarde -. Mientras se maquillaba, frente al espejo, cerró los ojos. Se le apareció una bella y grandiosa carabela, de nombre Santa María. Sin pensarlo se dio cuenta de que esa nave formaba parte de las Páginas de Nuestra Historia y que nuestros huertos dependieron de ese primer barco que se atrevió a cruzar el océano…
De repente oyó algo afuera y abrió los ojos. Eran dos enamorados. Iban en una bicicleta donde lo único que debía hacer la hermosa mujer era contemplar lo bonito del paisaje que les rodeaba. Se encontraban a mediados de Mayo, estaban dando un Paseo en Primavera. La reina ahora levantó la vista y por un momento entendió todo el Arte y Tradición que la rodeaba. Contempló la cúpula en todo su esplendor, los arcos del auditorio, la torre del campanario, la Iglesia Vieja, y al fondo un mantón de manila cuidadosamente extendido. –Yecla qué Bonica Eres –Se dijo –Quiero tener algo tuyo que me dure siempre, quiero un Recuerdo de Yecla que pueda llevar siempre en mi corazón-. Mientras pensaba en el recuerdo fue a la bodega y cogió un Yecla, Denominación de Origen. Tras destaparlo, se sirvió un pequeño vaso. Con cada sorbo, el color tinto del vino se confundía con el carmín de sus labios. Fue a sentarse a la vieja mecedora de su abuela, a los pies de la mesa camilla y observó el bastidor que había encima. Admiró el laborioso trabajo de su abuela: la imagen de la Inmaculada cuidadosamente bordada sobre un fondo azul celeste, y abajo, en letras doradas se podía leer: 50 Aniversario.
Un alboroto en el exterior se fue colando por la ventana. Eran sus damas de honor que, montadas en la carroza, venían a recogerla. La gran cabalgata iba a comenzar. Se situó en el último escalón y miró a sus damas, las seis le sonreían, todas estaban contentas, era su gran día. Echó un vistazo adelante: la larguísima calle rebosaba de gente, las carrozas avanzaban despacio, sin prisa, con temor de que la tarde pasara y el desfile terminara. Eran como pequeñas obras de arte con la capacidad de andar. -Decoramos la primavera –pensó ella. –La llenamos de Luz y Color-.
Ante tanto derroche de alegría se acordó de los poceros de su peña, ese año eran Lucas Martínez Forte e Isabel Castaño López, con sus dos hijos: Amanda y Lucas. Seguro que estarían disfrutando de cada instante de la tarde, deseando, como ella, que no acabara tan pronto. Era algo precioso de ver. Era una fiesta que cautivaba, embaucaba, maravillaba a todos… Y es que Yecla Enamora, Y los de Yecla También.
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